El papel de las cooperativas para evitar la subida de los costes de alimentación
SUPERTEMA: Movimientos en los mercados (segunda entrega)
- Primera entrega: De movimientos globales a rentabilidades individuales
- Tercera entrega: El proceso de creación de una marca
Agustín Herrero
Director general de Cooperativas Agro-alimentarias de España
En los últimos meses se ha producido un importante incremento de los costes de producción en el sector lácteo, como consecuencia de la fuerte subida de las materias primas y, por ende, de los piensos. Este incremento de los costes de alimentación complica, aún más, la sostenibilidad económica de las granjas, ya que son los ganaderos los que los están asumiendo como propios, y están provocando significativas pérdidas a las familias que dependen de esta producción. Obviamente, los ganaderos que tienen menor base territorial para el cultivo de cereal o forraje se encuentran más expuestos. Sin embargo, esto no significa que el conjunto del sector no esté en una situación muy compleja.
Es importante destacar el papel que están teniendo las cooperativas en minimizar el efecto de esta subida. Así, las compras a futuro les han permitido suministrarse de materias primas a precios más competitivos que los actuales y ofrecer a sus socias y socios piensos con precios más moderados, o incluso les están ‘financiando’ los piensos.
Esta situación coyuntural de elevación de precios de materias primas está agravando el estado de salud económico del sector productor, que arrastra desde hace más de una década una crisis estructural profunda de generación de valor en la cadena. El sector lácteo ha convivido y convive entre la pérdida y la estrechez económica y ha sido incapaz de generar valor suficiente para cubrir los incrementos de costes que se han producido, algunos de ellos con el objetivo de cumplir con las exigencias legislativas y del mercado que se han ido aplicando durante estos últimos años.
Tanto el sector productor como el industrial han asumido la subida del precio de la energía, de la mano de obra, del punto verde, de los envases, así como los costes de las inversiones para ajustarse a los cambios normativos o a las certificaciones, mientras que el valor generado se ha mantenido congelado.
De este modo, como demuestra el estudio de la cadena de valor elaborada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, actualmente se está repartiendo un valor negativo, donde para que un eslabón sea ‘rentable’, no pierda, el otro debe asumir las pérdidas, o donde, como en este momento, ganaderos e industrias se vean obligados a un resultado negativo. Obviamente, esta estrategia de repartir déficits de valor no tiene futuro a medio y largo plazo.
Hasta el momento, las ganaderas y ganaderos han apostado por aumentar el tamaño de sus granjas con el objetivo de alcanzar el equilibrio económico, compensando así, el bajo beneficio por litro. Cuando la situación coyuntural es especialmente complicada, como en estos momentos, estos mayores dimensionamientos multiplican las pérdidas. Sin embargo, el obligado enverdecimiento, que restringirá el tamaño productivo en función de la disponibilidad de tierras o herramientas para la gestión de los estiércoles, hará muy difícil continuar con esta vía. Por tanto, si queremos mantener la producción, tendremos que dar viabilidad a los modelos de granja actuales. También es importante destacar que, por ejemplo, en el caso del caprino, el manejo durante el ordeño limita el número de animales por unidad de mano de obra.
Además, la falta de rentabilidad está bloqueando, y bloqueará si no se toman medidas, las inversiones y modernizaciones de las granjas y las industrias necesarias para mantener los estándares europeos y adaptarse a los nuevos requisitos ambientales y sociales que se vislumbran, así como la posibilidad de ampliar nuestros mercados exteriores.
Además de evitar el cierre de las granjas, es necesario asegurar el relevo generacional. Para ello, es vital que las personas que desean dedicarse a esta actividad la visualicen como una vía que les permita desarrollar una vida plena. No se trata de ‘cubrir costes’, de ‘sobrevivir’, sino de que este trabajo que requiere una implicación diaria sea suficientemente compensado económicamente. No es admisible, que una persona joven no pueda emprender un proyecto dentro del sector sino cuenta con una inversión familiar previa, ya que la fuerte inversión para iniciar un proyecto desde cero es prácticamente irrecuperable por la venta de la leche con los precios actuales.
Para conferir rentabilidad a la cadena alimentaria el actual Gobierno ha apostado por un cambio de paradigma en la conformación del valor. La Ley de la Cadena venía a romper el modelo de imposición de valor y reparto en sentido descendente, a un modelo de cadena alimentaria donde el valor se conforma en un sentido ascendente, en el que cada eslabón incorpora el valor añadido que aporta al producto hasta un valor final. Sin embargo, los datos ofrecidos por el propio Ministerio señalan que más de la mitad de leche de España se comercializa a un precio por debajo de costes, algo expresamente prohibido por la Ley de la Cadena.
Por todo lo expuesto anteriormente, Cooperativas Agro-alimentarias de España considera que ha llegado el momento de tomar medidas. Producción, Industria, Distribución y la Administración han debatido profusamente sobre el diagnóstico, han analizado profundamente los datos y han concluido que existe una falta de generación de valor estructural. Las ganaderas, los ganaderos, las cooperativas y las industrias lácteas no pueden seguir descapitalizándose y peleando por repartir pérdidas. Los distintos eslabones de la cadena deben respetar y cumplir la Ley de la Cadena, deben crear valor, no destruirlo, el valor de la leche y los lácteos deben ser reflejo del coste económico y social que representan. La Administración debe velar por el cumplimiento de la Ley, no ser un observador, sino tomar iniciativas reales para dar una respuesta rápida a los afectados por su incumplimiento.