Rosario Arredondo, una vida de compromiso con el sector

Rosario Arredondo lleva, literalmente, toda la vida entre vacas. Cuando era pequeña, la producción de leche ya era algo que estaba sustancialmente unido a su vida en el cántabro Valle de Soba, en una zona muy cercana a las provincias de Burgos y de Vizcaya, enclave que durante tiempo inmemorial ha acogido a vacas de producción de leche.

“Empecé porque mis padres eran ganaderos. Y después me casé a los 19 años con un ganadero. Pasaron los años y se incorporaron mi hija y mi yerno. Debido a que mi marido se jubiló, entre los tres decidimos formar una SAT. En esta zona siempre ha habido producción de leche. Ha sido muy importante, quizás el 95% de los que vivían en los pueblos, pero en los últimos años ha ido descendiendo drásticamente la producción”, relata la también presidenta de la Organización Interprofesional Láctea (Inlac).

Este año 2020 será inolvidable. Para lo malo. Es una situación anómala en la que los ganaderos han salido revalorizados, sobre todo en la dignificación de su profesión ante la sociedad, aunque lo cierto es que el futuro es totalmente incierto. “En plena pandemia ha habido mucha subida de consumo de leche y de todo tipo de productos lácteos. Ahora ya hemos pasado del confinamiento y las industrias deben aceptar más diálogo y no imponer contratos, que es una situación que se está dando en la actualidad. Hay ganaderos que, si no los firman, les dejan de recoger leche. Este sector debe salir adelante entre todos. Debemos sentarnos con los políticos y que salgamos ganando todos: ganaderos, industrias, distribución y consumidores”.

Pero si a Arredondo le duele algo, es esencialmente el sector productor: “Se podría decir que somos una especie en peligro de extinción. Hemos pasado de 125.000 a 12.000 ganaderos en apenas un cuarto de siglo. Producimos más leche que antes porque es una huida hacia adelante, pero en realidad estamos ahogados. No tenemos margen para contratar a mano de obra, por eso las explotaciones familiares seguirán siendo familiares. Al final trabajamos 16 horas diarias. Y si ya el terreno es muy abrupto como en nuestra zona, nos cuesta mucho trabajar el campo para tener alimentos para los animales”.

Ser ganadero es una profesión en la que cuenta mucho la vocación, pero en la que debe haber una mínima rentabilidad: “Me preocupa mucho que no hay relevo generacional. Hay vocación en hijos de ganaderos, pero hay que hacer constantes inversiones con créditos. La gente joven ve que sus padres han trabajado tanto y que no tienen rentabilidad… Saben que es muy esclavo y que no hay rentabilidad. Si la leche tuviera el precio que debe tener, habría relevo. Diría casi que con las cuotas estábamos mejor. Si sube el precio de la leche, se desmadra la producción. La producción regulada sería una salida a toda esta situación”.

Esta ganadera cántabra ha sido testigo del paso de la ganadería tradicional a la profesional: “Cuando empecé en la actividad, ordeñábamos con calderos. No tiene nada que ver la forma de trabajar. Todo ello ha sido profesionalización. Mejor no se puede producir. Y los ganaderos no encuentran premio a ese trabajo constante”.

De todos modos, Arredondo prefiere finalizar con un mensaje de optimismo: “Tengo esperanzas de que los políticos y todo el sector podamos analizar la situación. Cuando no haya producción suficiente en España, tendremos un problema muy grave. Con la pandemia, se ha demostrado que los sectores esenciales debemos ser autosuficientes y no depender de otros países. Cinco céntimos más para el consumidor no es nada, pero para los productores es la línea entre seguir o tener que abandonar la actividad. Y que nadie se olvide de que cuidamos del paisaje y fijamos la población en el medio rural”.

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