Ya sabéis los que nos seguís en estas líneas canallas de la jornada sabatina que nos gusta, o más bien nos vemos obligados para cumplir con nuestra responsabilidad, sacar los colores a instituciones, industrias o productores cuando es conveniente porque creemos que se equivocan. También nuestros lectores más asiduos son conscientes de que apelamos con enorme frecuencia a la unión que debe tener este sector, desde el primer hasta el último eslabón de la cadena, para afrontar el futuro con ciertas garantías. Tener claro que no puede haber enemigos, que no vale la guerra de trincheras y que todo debe hacerse con una función muy clara: servir al consumidor. Ese debe ser el único motivo de actuación que guíe a los protagonistas del sector vacuno.

Tenemos unos productos que son inmejorables desde el punto de vista de la calidad. Unos quesos elaborados con leche de vaca que pueden competir, y de hecho compiten, en los concursos gastronómicos con los de cualquier otra especie. Una carne de vacuno que es de primerísima calidad, que puede presentarse en la cocina de múltiples maneras, tipo carpaccio, guisada, asada a la parrilla… Pero para ganarse el futuro hace falta que el sector salga de sus posiciones enfrentadas, de forma totalmente equivocada. Que los ganaderos sean estrictamente profesionales y cuidadosos con los animales que van a destinarse a consumo humano y que las industrias sepan reconocer ese trabajo sin apretar económicamente a sus principales proveedores. Y que la administración, finalmente, ponga de su parte para que todos puedan ganar en el sector.