¿Han llegado los NFTs a la ganadería?
Hace algunos meses, o quizá un año a lo sumo, un amplísimo sector de la población desconocía la existencia de un metaverso incipiente que parece tener un futuro prometedor. En este universo paralelo de realidades diversas, uno de los elementos más sonados y útiles son los NFTs, cuyas siglas responden a los términos anglosajones “Non Fungible Token”.
Los NFTs siempre están asociados a bienes no fungibles, es decir, aquellos que no son intercambiables por otros, pues no existen tales que sean tan semejantes que resulten equivalentes. Un cuadro de Velázquez es un claro ejemplo de un bien no fungible, pues no existe ningún otro ejemplar del mismo cuadro, pintado por el autor.
El NFT, que suele tener apariencia de una tarjeta virtual, siempre lleva asociada una información codificada y encriptada, llamada metadatos. Estos metadatos funcionan mediante la tecnología Blockchain, que permite enlazar todas las transacciones que se han realizado con el NFT e incluye los datos originales que quisieron almacenarse, y que a su vez van encadenándose matemáticamente a todos los que se incorporan, para una mayor seguridad en su transmisión.
La importancia de estos metadatos es fundamental, pues son inmutables, y mediante el sistema de cadena en que se almacenan resulta imposible modificar nada que haya ocurrido en el pasado de las transacciones del NFT.
Además, para ser aún más garantistas con dicha información, se almacenan varias copias de ésta, que a su vez se alojan fragmentadas en distintos ordenadores y servidores de otros usuarios a lo largo y ancho del mapamundi. Esto permite que, aunque desapareciera un servidor o equipo informático, sería prácticamente imposible hacer desaparecer la cadena de metadatos de un determinado NFT, pues restarían todos los fragmentos de copias alojadas en otras ubicaciones que permitirían recuperar sin problemas la citada información.
De forma totalmente asociada a las transacciones en el mundo virtual o metaverso, se encuentran las criptomonedas, que van más allá del famoso Bitcoin del que todo el mundo ha oído hablar a día de hoy. Si bien es la más conocida, existen multitud de otras divisas virtuales, cada una de ellas con un determinado valor respecto de las demás, y que sirven para realizar las compras y ventas de NFTs, a través de Internet.

Llegados a este punto, sin lugar a dudas, estaréis preguntándoos donde enlaza toda esta nueva realidad con la ganadería. Pues bien, Rob Jennings lleva desde 2017 buscando, y encontrando este punto de encuentro, y una utilidad especialmente atractiva. Desde Wyoming, en una de las zonas más profundas y ganaderas del continente americano, Rob y su entorno se habían percatado del problema que existía por ganaderos que vendían animales cebados con concentrado y otros productos como si fueran animales alimentados con pasto y determinados granos de cereal, de una categoría superior y precio más elevado.
En un primer momento, su idea, materializada a través del proyecto Beefchain, simplemente se basaba en crear un registro de trazabilidad en la web, asociado a la cadena blockchain de Bitcoin con las explotaciones en que había estado el animal y la alimentación que había llevado en cada una de ellas.
Sin embargo, a medida que fue desarrollando la idea, pudo darse cuenta del potencial real de crear, lo que él mismo llama, “un carnet de conducir para vacas”. Así pues, cada animal dispondría de un NFT asociado. El ganadero podría verificar que se trata del animal que aparece en el NFT mediante un crotal Bluetooh o de radiofrecuencia.
Aterrizando esta idea, fundó CattleProof, incorporando a los metadatos de cada uno de los animales algunos atributos como su genética, explotación de origen, edad, y adicionalmente, los que se deseasen. De forma adicional, al NFT pueden adjuntarse tantas certificaciones y documentos de inspección como se quiera.
De esta forma, el histórico completo de la vaca se va transfiriendo a lo largo de su vida, lográndose una trazabilidad total y obligada desde su explotación de nacimiento hasta la llegada al último eslabón de la cadena: la venta final de carne a cliente particular.
No obstante, esta no es la única utilidad de crearles este identificativo a los bóvidos, dado que a nivel monetario sirven, por ejemplo, para la contratación de un seguro en una entidad financiera o aseguradora, o para identificar la posición y trayectoria si se emplea en conjunto con un dispositivo GPS.
Pero especialmente, resulta de gran interés emplearlo para las transacciones, bien sean en compraventa o en subasta. Además de poder transferir de forma automática toda la información existente acerca del animal, el pago mediante criptomonedas agiliza ostensiblemente la transferencia de cantidades entre las partes, cuando los métodos convencionales retrasan varios días o incluso una semana la llegada del montante, en función de las cantidades y las entidades implicadas.
De forma análoga a todo lo anterior explicado hasta esta altura, puede generarse un solo NFT que comprenda todas las cabezas que componen la cabaña. Así, por ejemplo, en la explotación Wilson Ranch se llevó a cabo el proyecto piloto con 20 añojos, que posteriormente fueron comercializados por Flying Diamond Beef, sitio web de distribución de carne de vacuno en Estados Unidos.
Tras haber sido comprobado que resulta factible y aporta ventajas significativas la creación y empleo de entidades en el metaverso para el manejo, gestión y transacciones en ganadería, parece augurar un futuro esperanzador y largo en este sentido, en el que, sin lugar a dudas, el Blockchain y las criptomonedas garantizarán transacciones más seguras, flujos de información completos y veraces en su totalidad y facilitarán en tiempo y forma la tramitación de cualquier cuestión relacionada con el ganado, evitando los procesos largos y tediosos que suelen implicar a día de hoy la burocracia y trámites comerciales y administrativos.