Importancia y valor del encalado en el cultivo de forrajes

Importancia y valor del encalado en el cultivo de forrajes ante la Estrategia Europea “de la Granja a la Mesa”. Nuevas reglas del juego.

Gustavo Espinosa (Director Comercial en Delagro S. Coop. Agroalimentaria)

La Comisión Europea publicó en mayo de 2020 la Estrategia «de la Granja a la Mesa (Farm to Fork Strategy) para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente” que plantea, entre muchas otras actuaciones, “reducir y optimizar el uso de fertilizantes”.

El tejido agrícola español no está al margen de este nuevo escenario y debemos concienciarnos del cambio que suponen estas medidas y otras muchas que se están fraguando actualmente.

Uno de los múltiples frentes de acción en los que debemos actuar es valorar la capacidad productiva de nuestros suelos agrícolas. Aquí interviene un valor por todos conocidos que es el pH del suelo. El pH es un valor que condiciona sensiblemente la disponibilidad de los nutrientes presentes en el suelo.

En toda la cornisa norte y fachada atlántica la presencia de suelos ácidos es muy frecuente. De las 1.132 muestras analizadas y manejadas en mi organización en las dos últimas campañas, 1.103 muestras (el 97%) resultaron tener un pH inferior a 7 (470 muestras por debajo de 5.5). Este escenario nos da una idea de la naturaleza, los condicionantes y las limitaciones que tienen los suelos del norte y noroeste peninsular (Euskadi, Cantabria, Asturias, Galicia y zonas del norte de Portugal) por su acidez.

Algunas de las principales causas de la acidez en un suelo se dan en:

  • Aquellos suelos muy lavados por la lluvia, donde la lluvia arrastra los cationes (K+, Ca2+, Mg2+, etc.) a capas inferiores del suelo.

  • Por el abuso de fertilizantes nitrogenados amoniacales donde en el proceso de nitrificación llevado a cabo por las bacterias del suelo el ión amonio (NH4+) se oxida a nitrato (NO3–). Este es absorbido por la planta, pero también genera un exceso de H+, pudiendo bajar 1-2 puntos de pH en relativamente pocos años.

  • La presencia de aluminio en suelo (Al 3+) que reacciona con el agua dando lugar a hidróxido de aluminio y de esta manera aumenta el contenido de H+ en el suelo.

  • La Absorción de cationes por la planta, liberando esta H+ y acidificando el suelo.

  • Descomposición de la materia orgánica contribuye también a esa acidificación.

 

Ante este escenario se hace imprescindible considerar varias variables a la hora de corregir los suelos. De antemano el técnico debe tener en cuenta no solo el pH del suelo si no también el contenido de aluminio. La base de cualquier plan de encalado pasa por considerar al menos ambos datos. Las tomas de muestras y los correspondientes análisis de suelo nos sacarán de dudas y nos aportarán esos valores a la hora de emitir un correcto plan de encalado a tres o más años.

Otra alternativa complementaria es la medición in situ con equipos de medición de pH de suelo apoyándonos en mapas geológicos de suelo que considere la roca madre generadora de ese suelo. Actualmente, en Delagro hemos empezado a manejar mapas en los que activamos capas de pH, litología de suelo, climatología, porcentaje de arcilla, etc. con un nivel de precisión considerable. A partir de aquí ya tenemos una clasificación básica de suelos basada en las rocas del substrato. Es decir, consideramos un mapa de suelos y geológico fusionados. Sin duda, una potente arma de análisis y argumentación para nuestros planes de enmienda caliza.

Disponibilidad de nutrientes respecto al pH del suelo. Fuente: Castellanos, 2014.

A merced de esta tabla de disponibilidad de nutrientes a consecuencia del pH del suelo y a los cálculos realizados por mi organización, un agricultor puede estar malgastando más de 37€ por hectárea de fertilizante de pradera solo valorando el Nitrógeno o 66 €/ha. en caso de un fertilizante de maíz, con el consiguiente perjuicio económico y medioambiental que ello supone.

Se debe resaltar que el objetivo principal del encalado no es elevar el pH sino conseguir la mayor disminución de la concentración del aluminio tóxico, para lograr niveles tolerables por las plantas (Valerio & Molina, 2012).

Aunque el pH es un excelente indicador de acidez, este no determina el requerimiento o cantidad de enmienda, ya que únicamente determina la acidez activa sin considerar la acidez potencial, en los coloides minerales y orgánicos del suelo (Espinosa & Gómez, 2005).

Por lo tanto, aunque el valor de pH nos puede dar una idea sobre si es necesario el encalado, deberemos determinar la concentración de aluminio para ofrecer una dosis de encalado.

 

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