Sequía 2022: causas, consecuencias y enseñanzas
Titulares abrumadores han irrumpido en nuestras vidas a través de radio, televisión, diarios y medios de comunicación online durante las últimas semanas. Al comienzo del otoño seguimos sufriendo un importante episodio de sequía, con las consecuencias que apareja.
Pero, ¿a qué se debe?, ¿cuál es su magnitud real?, ¿podría haberse mitigado y gestionado técnica y socialmente de mejor forma?
Resulta evidente que la causa fundamental radica en unas precipitaciones anormalmente reducidas. Y así es, el “curso” pasado fue, según datos de AEMET, un 26% más seco que el anterior. Pero en este siglo se recuerdan ya dos años en los que el cielo se abrió aún menos que en el que nos encontramos.
Es por ello, que resulta necesario recordar que para orquestar la tormenta perfecta no es necesario sólo un factor, si no el conjunto de ellos y su interconexión. Para comprender la situación es preciso considerar a mayores el incremento de la integral térmica que se ha detectado este pasado verano, es decir, el acúmulo de grados a lo largo de todas las horas del día que ha provocado que el pasado verano haya sido uno de los más calurosos recordados y registrados. Esto ha provocado por una parte un mayor consumo en términos de hogares, pero también de riego en los momentos y lugares en que ha sido posible. Y, por otra, una mayor demanda evaporativa tanto por parte de la vegetación, como sobre las propias reservas y cauces de agua.
Por si esto fuera poco, existe un tercer factor pero no por ello menos relevante. En plena crisis energética con precios inverosímiles, pocos recursos, o ninguno, como es el caso de la energía potencial de los saltos de agua han resultado inmutables en lo que a coste se refiere. Esto ha conducido al desembalsado continuo a lo largo de la primavera, mermando las reservas para un verano que, bien pocos preveían tan seco, bien se veía lejano de llegar.
Finalizada la temporada veraniega y, con ella, prácticamente la campaña de los principales productos agrícolas y forrajeros, cabe hacer balance de las consecuencias de este fenómeno, si bien fortuito, igual de fortuita su gestión.
A nivel económico se perciben pérdidas irrecuperables: la cosecha de cereal y girasol ha resultado ser ostensiblemente menos productiva que las campañas anteriores, por no citar la del olivo. En los cultivos de regadío, como es el caso del maíz en algunas zonas, no siempre ha sido posible regar, mermando también la producción final. Todo ello nos dirige a un alza de precios sin frenos, que si bien ya se encuentran disparados debido al incremento de las materias primas por la invasión rusa de Ucrania, se incrementan aún más si cabe por la ineficiente gestión de los recursos hídricos y una oferta insuficiente para la demanda existente.
Las materias derivadas de la producción directa, se ven también muy afectadas. Es el caso de los piensos ganaderos, coste que ha de repercutirse en el precio final y que, dado que no siempre resulta posible y factible hacerlo, condena a las explotaciones a reducir sus márgenes comerciales ya de por sí reducidos.
A nivel ecológico, paisajístico e hidrológico el panorama no es mucho más esperanzador. Recorriendo las vías de circulación nacionales se comprueba cómo, el promedio, de las reservas hídricas en pantanos y embalses es del 40%. No obstante, como cualquier media, es preciso señalar su peligro: en muchos lugares la capacidad colmatada de agua no supera el 10 o 20%, lo que resulta preocupante. Los ecosistemas acuáticos y pseudoacuáticos sufren pérdidas irreparables en su biodiversidad cuando ocurren situaciones como esta.
Sin embargo, todo cuento tiene su moraleja, una enseñanza que, como niños, la sociedad y sus dirigentes deben aprender, con el objetivo de no caer en la misma piedra cuando, en unos años, desgraciadamente debamos enfrentarnos a un año seco en términos globales: no podemos preocuparnos de la cantimplora cuando se encuentra ya vacía, sino que es imprescindible ser precavidos y cuidadosos cuando detectamos que encuentra ya a la mitad de su capacidad. Así, beberemos los tragos necesarios, cortos, moderados y meditados, logrando terminar la excursión puede que fatigados, pero hidratados y vivos.