Entrevista con… Antonio Callejo

“No sólo está en la incertidumbre económica de unos sectores que pasan con demasiada frecuencia por situaciones difíciles, sino también en la falta de consideración y estima social” – 

Antonio Callejo Ramos lleva décadas en el Departamento de Producción Animal de la ETSIAAB o Escuela de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid. Muy lejos quedan ya sus días de alumno,  aunque no ha abandonado del todo las aulas porque ha dedicado su carrera profesional, entre otras cosas, a la docencia. Aunque lo que le han convertido en un experto en la materia han sido la investigación, sus proyectos y viajes al extranjero; su especialización en el confort del vacuno lechero sin perder de vista otros ámbitos,  el diseño de alojamientos ganaderos y las particularidades del ordeño mecánico.

 

PREGUNTA. Antonio, la situación global actual es dantesca, ¿Cómo afecta al sector la circunstancia económica y política a nivel nacional e internacional?

RESPUESTA. Las circunstancias actuales están teniendo dos consecuencias fundamentales: el encarecimiento de la energía y, con ello, el incremento del precio de las materias primas. Ambas han dado lugar a un brutal aumento de los costes de producción que no pueden ser trasladados de forma lineal y directa al precio de los productos obtenidos en las granjas. Por tanto, el beneficio para el ganadero, que ya era escaso o incluso negativo, se ha reducido aún más, haciendo muy difícil la supervivencia económica de muchas explotaciones.

PREGUNTA. La UPM ha sido tu casa desde hace décadas, ¿Cómo ha evolucionado durante las mismas? ¿Qué hace de ella un centro de referencia para los profesionales egresados y cómo se preocupa el Departamento de Producción Animal de ello?

RESPUESTA. Mi casa, realmente, no ha sido la UPM sino la actual ETS de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas, resultado de la fusión de la antigua ETS de Ingenieros Agrónomos, donde estudié, y de la antigua EU de Ingeniería Técnica Agrícola, donde he desarrollado mi labor docente desde 1988 hasta 2015, año en que se produjo la citada fusión.

La Escuela (o las Escuelas) ha evolucionado perdiendo alumnos, consecuencia de la apertura de nuevos Centros en otras ciudades (cuando yo estudié sólo había 4 Escuelas de Agrónomos) y del escaso “tirón” que tiene una profesión entendida como de ámbito rural en una sociedad fundamentalmente urbana, a pesar de que nuestro ámbito competencial profesional es amplísimo.

Por otra parte, es una Escuela cuyo personal docente se ha reducido considerablemente como resultado del importante número de jubilaciones no repuestas; primero, por la crisis económica del año 2008, en la que el Gobierno redujo al 10% la tasa de reposición. Posteriormente, la propia UPM nos concede menos plazas de las que quedan vacantes por jubilaciones o fallecimientos, en razón a un Índice de Actividad de los Departamentos que a algunos Departamentos nos perjudica especialmente.

Por otra parte, y creo que eso no es exclusivo de la Escuela sino de la Universidad en general, el profesorado dedica el mayor esfuerzo a publicar en revistas científicas, pues es, hasta ahora, la principal exigencia para progresar en su carrera “docente”. Paradójicamente, eso provoca que a tareas docentes dedique el mínimo esfuerzo imprescindible. Las publicaciones docentes no se nos valoran; tampoco se nos valora la puesta en marcha de nuevas metodologías docentes. Quien no publique resultados de investigación, tiene poco recorrido en la Universidad.

La consecuencia de este sistema, perverso a mi juicio, es que el escaso profesorado joven que entra en la Escuela no puede ocuparse ni preocuparse de renovar programas, contenidos y metodologías, que sería absolutamente necesario para que los alumnos adquirieran las competencias profesionales que ya está demandando la agricultura y ganadería actuales, como es la digitalización, la agricultura o la ganadería de precisión, el mining data, etc.

Yo no creo que seamos un Centro de referencia general, sino que podemos ser un Centro reconocido y de referencia en algunos de los ámbitos competenciales de la Ingeniería Agronómica. Todos tenemos cariño por el lugar donde estudiamos y para los egresados de la Escuela siempre será nuestra Escuela. Pero no debemos mirarnos demasiado el ombligo, y reconocer que hay otras Escuelas como la nuestra, en España, que están trabajando mucho y muy bien.

Por lo que respecta al Grupo de Investigación Animal al que pertenezco, puedo decir que es el segundo Grupo en el ranking de la UPM desde hace muchos años, a pesar del descalabro en personal docente de los últimos cursos. Se trabaja mucho con empresas, en cuestiones de investigación aplicada, y somos, con mucho esfuerzo, la mitad del Máster en Producción y Sanidad Animal que se imparte junto con la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, y en el que casi la mitad de los alumnos son de Iberoamérica.

PREGUNTA. El ordeño mecánico cuenta a día de hoy con diversos tipos de maquinaria, salas de ordeño de diferente tipología y robots de ordeño cada vez más comunes. A la hora de la elección de un sistema, ¿Cuáles son los criterios o principales claves para una elección adecuada?

RESPUESTA. Es una pregunta difícil de contestar, dada la amplia variedad de tipologías de granja, condiciones económicas de las mismas, ámbito geográfico, etc. Yo diría que el principal criterio, hasta el momento, para decidir entre una sala de ordeño convencional o un sistema robotizado de ordeño, es el tamaño de la granja, es decir, el número de vacas que hay que ordeñar. Como digo, hasta el momento, el robot de ordeño se ha instalado en granjas de tamaño pequeño y mediano, de hasta 180 vacas en ordeño (a lo sumo, 240), teniendo en cuenta que un robot puede atender a 60 vacas.

Eso está cambiando con la robotización de las salas rotativas o con el diseño de centros de ordeño donde se centraliza la instalación de un mayor número de robots y a donde las vacas no van libremente, como en el robot “tradicional” sino que van 2 o 3 veces al día, como en el ordeño convencional, pero para ser ordeñadas de forma “robotizada”.

Para terminar de contestar a la pregunta, la clave para la elección adecuada es la rentabilidad de la inversión. Y, cada vez más, la elección viene condicionada por la falta de mano de obra, que obliga a invertir en sistemas de ordeño (u otros sistemas como el de la preparación y distribución del alimento) en el que se necesite menos intervención humana.

PREGUNTA. Perteneces a Certifood, donde formas parte del Comité deCertificación de Leche de Vaca certificada de Cooperativa, ¿Cuál es el papel de este comité certificador? ¿Cuáles son los indicadores en que se basa para emitir certificación favorable para las cooperativas?

RESPUESTA. En este Comité figuro como experto en conformidad de producto. El papel de este Comité es revisar, una vez al año, algunos de los expedientes que se reciben para obtener o renovar el “sello” de Leche de Vaca certificada de Cooperativa. No se revisan todos los expedientes que se reciben pues resultaría económicamente inviable, sino que se revisa un número que se deriva de una fórmula matemática, que es función del número de expedientes que se reciben. Para emitir certificación favorable, las granjas que producen o quieren producir leche bajo este sello deben cumplir con un importante número de requisitos marcados por un protocolo de certificación, y en base a este protocolo, ser auditadas por el técnico auditor de este esquema de certificación.

PREGUNTA. El bienestar animal es un concepto más que a la orden del día, en el mundo ganadero pero también fuera de él. Sin embargo, el confort del ganado lechero ha sido objeto de investigación para ti desde hace años. ¿Cómo ha evolucionado esta cuestión a lo largo de la última década?

RESPUESTA. La evolución en las últimas décadas creo que ha sido espectacular. Por edad, yo he conocido las vacas en las cuadras que estaban bajo la vivienda o en edificios anexos y atadas al pesebre. Eran parte de la familia. Las granjas de vacuno lechero actuales no tienen nada que ver con aquéllas, aunque últimamente hemos oído opiniones y propuestas de volver a la ganadería tradicional (¿?). Como decía mi abuela: “Dios nos asista”.

Creo que lo más destacable ha sido que todos los principales actores implicados, ganaderos y técnicos, han asumido que el bienestar del ganado es un elemento más de producción, y que sin bienestar la salud del ganado y su productividad (en definitiva, su rentabilidad) no son posibles.

Creo que se han hecho importantes esfuerzos por mejorar el descanso de los animales, por luchar contra el estrés calórico, por hacer alojamientos más confortables en el más amplio sentido de la palabra (superficie y volumen adecuados, espacio de comedero y de bebedero, condiciones ambientales, mejor alimentación, rutinas de ordeño más seguras y eficientes, etc.)

PREGUNTA. ¿Cómo influye el estrés térmico en la producción y calidad de la leche? ¿Cuáles son las soluciones más efectivas y novedosas actualmente?

RESPUESTA. Sería muy largo contestar a la primera pregunta, pues hay numerosos efectos fisiológicos y de comportamiento derivados de la dificultad del animal para mantener su temperatura corporal. En pocas palabras, el estrés calórico provoca un descenso en la producción de leche, menor grasa y proteína en la misma y un aumento del recuento de células somáticas. A lo que podríamos añadir el incremento de problemas reproductivos.

Las soluciones más novedosas, en cuanto a instalaciones, son la refrigeración del animal de forma directa o indirecta, mediante la instalación de aspersores y ventiladores que permiten una mayor disipación del calor corporal y una mayor sensación de confort térmico para las vacas. También el aislamiento térmico de las cubiertas y comprender la importancia de una adecuada orientación de las naves para disminuir la carga térmica que reciben. En animales que viven en el exterior, la disposición de sombras suficientes.

Otro tipo de soluciones propuestas radican en la incorporación de ciertos aditivos en la ración para mejorar la eficiencia digestiva y reducir la producción de calor endógeno.

PREGUNTA. En la era de internet, todavía podemos sorprendernos de los modelos de producción en otros lugares del mundo. ¿Cuál es la realidad más sorprendente que has podido observar o conocer en vacuno lechero?

RESPUESTA. He podido ver vacuno lechero en zonas para mí insospechadas como el altiplano peruano. He visto vacas Frisonas a 3.500 metros de altitud, en un paraje absolutamente verde tras un viaje de varias horas a través de un auténtico desierto. O vacas Pardo Alpinas a casi 4.000 m de altitud cerca del lago Titicaca y con recursos alimenticios muy limitados. Por supuesto, casi todas en ordeño manual y con una incipiente introducción de ordeño mecánico mediante instalaciones móviles (carros de ordeño), como cuando mi familia pasó del ordeño manual al mecánico hace más de 50 años.

En el otro extremo, tuve la ocasión de hacer un viaje de una semana por Holanda hace unos años, visitando numerosas granjas lecheras. Y, sinceramente, no vi nada que me llamase especialmente la atención respecto a las granjas españolas, salvo la juventud de muchos de los ganaderos que nos atendieron y el orgullo de serlo. Lo que sí me llamó la atención es que para ser titulares de una explotación ganadera necesitan acreditar una formación oficial en un centro de formación profesional ganadera.

PREGUNTA. ¿Qué puede aprender el sector lechero español de otras potencias europeas en producción de leche?

RESPUESTA. Tampoco conozco a fondo el sector lechero de otros países para hacer afirmaciones rotundas. En mi respuesta me guío más por intuiciones que por certezas. Creo que en otros países hay más espíritu asociativo y de colaboración. También creo que la valoración social de los ganaderos por el resto de la sociedad es mayor que en España. Aquí hemos olvidado muy pronto que en lo más duro de la pandemia de COVID-19 lo único que faltó fue el papel higiénico, pero nunca faltó alimento, ni los ganaderos dejaron de trabajar y de producir.

Finalmente, considero que una mayor valoración del mundo rural, en general, sería imprescindible para llenar un poquito la España vaciada. Creo que en la falta de vocaciones en ganadería y, con ello, la falta de relevo generacional, no sólo está en la incertidumbre económica de unos sectores que pasan con demasiada frecuencia por situaciones difíciles, sino también en la falta de consideración y estima social.

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